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martes, 29 de marzo de 2016

PALABRA Y VIDA DEL MARTES DE LA OCTAVA DE PASCUA 29/03/2016

Tiempo Pascual   Tomo II
MARTES DE LA OCTAVA DE PASCUA
29 MARZO


Santos Eustasio ob, Guillermo Tempier ob, Ludolfo ob





Papa Francisco: Dejemos que el asombro gozoso de Pascua se irradie en los pensamientos, en las miradas, en las actitudes, en los gestos y en las palabras... ¡Ojalá fuésemos así de luminosos!
Pero esto no es un maquillaje. Viene de dentro, de un corazón inmerso en la fuente de este gozo, como el de María Magdalena, que lloraba la pérdida de su Señor y no creía a sus ojos al verlo resucitado. quíen experimenta esto se convierte en testigo de la Resurrección, porque en cierto sentido resucita él mismo, resucita ella misma. De este modo es capaz de llevar un «rayo» de la luz del Resucitado a las diversas situaciones: a las que son felices, haciéndolas más hermosas y preservándolas del egoísmo; a las dolorosas, llevando serenidad y esperanza.





PALABRA:
Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntaban: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?».
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». Jesús le dice: «¡María!». ¡Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa «¡Maestro!». Jesús le dice: «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro"». María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al señor y ha dicho esto».



ORACIÓN:
Hechos 2,36-41; Salmo 32,4-5.18-22 • JUAN 20,11-18
JESUCRISTO RESUCITADO, tu ausencia es causa de tristeza para quienes te queremos, como María Magdalena. Pero ya lo dijiste: La tristeza se convertirá en gozo. Tú estás vivo, estás a mi lado y me llamas por mi nombre. ¡Gracias, Señor, tu Misericordia infinita y tu voz alientan mi fe y mi gozo! (Sigue tu oración personal).







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