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viernes, 27 de noviembre de 2015

PALABRA Y VIDA: LECTURA DEL JUEVES 26/11/2015



Jueves 25
Leonardo de Porto 
Mauricio; Conrado; 
Silvestre; Siricio; Bto. 
Santiago Alberione






XXXIV del TO.
2° del salterio
Dan 6,12-28 /
Sal Dan 3,68-74/
L( 21,20-28



                                  Lucas 21,20-28
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que está cerca su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a la sierra; los que estén en la ciudad, que se alejen; los que estén en el campo, que no entren en la ciudad; porque serán días de venganza en que se cumplirá todo lo que está escrito. ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Porque habrá angustia tremenda en esta tierra y un castigo para este pueblo. Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su hora. Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación».


Una promesa de esperanza
El anuncio de calamidades que llegarán al mundo se va cumpliendo inexorablemente. Lucas nos ofrece la profecía de Jesús sobre los acontecimientos que precederán a la venida del Hijo del hombre. Pero lo más importante es la promesa de esperanza: «Alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación». Ahí está la clave más importante: la que nos hace contemplar la historia con un sentido, con una presencia, la de Jesucristo como salvador de la humanidad, a la que rescata con el precio de su sangre en la cruz. La consecuencia es clara: nuestra preocupación no puede centrarse en lo que va a ocurrir o en lo que nos puede pasar, sino en que, junto a nosotros, hay siempre una mano infinita que nos libra del pecado, de la muerte, de las tinieblas, de la condenación.


Ven, Señor, te esperamos. Nos damos cuenta de que vivir es confiar en Ti, en tus palabras de vida eterna, en tus manos infinitas que nos ofrecen seguridad y esperanza. Ven, Señor, no tardes. Queremos sentirte a nuestro lado, en lo más profundo de nuestro corazón.










 

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