LUNES 29 FEBRERO
San Hilario, pp.
Beata Antonia de Florencia
Papa Francisco: En la sinagoga de Nazaret Jesús dice que allí no se harán milagros: aquí vosotros no aceptáis al profeta porque no lo necesitáis, estáis demasiado seguros. Las personas que Jesús tenía delante estaban muy seguras en su "fe" entre comillas, muy seguras en su observancia de los mandamientos, que no necesitaban otra salvación. Los leprosos y las viudas en ese tiempo eran marginados. Mira, si tú no te sientes en zona marginal, no tendrás salvación. Esta es la humildad, la senda de la humildad: sentirse tan marginado de tener necesidad de la salvación del Señor. Sólo Él salva; no nuestra observancia de los preceptos. El mensaje de hoy, en esta tercera semana de Cuaresma: si queremos ser salvados, debemos elegir el camino de la humildad, de la humillación. María en su cántico no dice estar contenta porque Dios miró su virginidad, su bondad, su dulzura, las muchas virtudes que ella tenía, sino que exulta porque el Señor miró la humildad de su esclava, su pequeñez.
PALABRA:
Dijo Jesús al pueblo en la sinagoga de Nazaret: «Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón.Y.muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio». Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.
ORACIÓN:
2Reyes 5,1-15a; Salmo 41,2-3; 42,3-4 • LUCAS 4,24-30
CRISTO, en este día de regalo, que me das cada año bisiesto, quiero darte las gracias por el don de la vida, de hoy y de cada día. Y por el don inmenso de la fe en ti. ¿Que sería mi vida sin ti? Y te pido, releyendo el Evangelio, que tengas Misericordia y
paciencia conmigo, porque no te trato mejor que tus paisanos. Pienso en lo triste que estaría tu alma al verte tan despreciado y odiado por tus paisanos. ¿Y yo, que me considero amigo y hermano tuyo, te ofrezco una actitud más acogedora? Tú sabes que te amo, aunque cometo errores. Como quiero cambiar, te pido que no te alejes de mí: que en cada momento de mi vida sienta y aprecie tu compañía. (Sigue tu oración personal).