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miércoles, 2 de diciembre de 2015

PALABRA Y VIDA: LECTURA DEL MIÉRCOLES 02/12/2015



Miércoles 2 
Cromacio. Bihiana:
Juan de Ruysbroeck








I de Adviento
1° del salterio
1s 25,6-10a /Sal 22 
/ Mt 15,29-37
 



                           Mateo 15,29-37

En aquel tiempo, Jesús se marchó de allí y, bordeando el lago de Galilea, subió al monte y se sentó en él. Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los echaban a sus pies y él los curaba. La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y dieron gloria al Dios de Israel. Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da lástima de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen en el camino». Los discípulos le preguntaron: «¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?». Jesús les preguntó: «¿Cuántos panes tenéis?». Ellos contestaron: «Siete y unos pocos peces». Él mandó que la gente se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete cestas llenas.


Los tres destellos de la multiplicación de los panes
El relato de la multiplicación de los panes tuvo una gran importancia en la Iglesia naciente. Prueba de ello es que se repite hasta seis veces en los evangelios. Si lo leemos con atención, descubriremos sus tres grandes destellos o dimensiones: la eucarística, la social y la humana. Primero, se vislumbra la institución de la Eucaristía, el pan de vida eterna, el alimento de salvación; segundo, se nos está enseñando que Jesús sacia el hambre de los pobres, de la buena gente, provocando el milagro de la abundancia, cuando se comparte lo que se tiene; tercero, la enseñanza humana y cercana de tantas comidas como protagoniza Jesús con gente tan variada. Se sienta a la mesa de todos, incluidos los pecadores. Toda comida puede convertirse en encuentro, en diálogo, en enriquecimiento personal y comunitario. Jesús se sienta a la mesa de los pecadores y, allí, les abre la puerta de la esperanza.







 

PALABRA Y VIDA: LECTURA DEL MARTES 01/12/2015



Martes 1
Eloy; Edmundo
Campion; Nahún; 
Bta. Clementina
Anwarite; Bto. Carlos
de Foucauld





Iº de Adviento.
lº del salterio
Is11,1-10/5a171
Lc 10,21-24



                               Lucas 10,21-24
En aquel tiempo, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar». Y volviendo a sus discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron».


«Ya todo es gracia»
Jesús nos ofrece una de sus palabras preferidas, convertida en plegaria al Padre: la palabra gracias, la gratitud. «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra...». Primero nos llegarán los dones, que hemos de captar y saborear; y junto a los dones, brotará nuestra gratitud. La frase final de la novela Diario de un cura rural, se centraba en este mensaje: «Ya todo es gracia». Saber y ser conscientes de que la gratuidad es clave en nuestra relación con el Señor; saber, al mismo tiempo, dar las gracias por la gracia recibida. «¡Qué más da, ya todo es gracia!», musitaba aquel personaje al final de su vida. Esa conciencia de que Dios es regalo infinito nos hará ser más humildes, confiados y agradecidos. Y, además, abrirá nuestro corazón a las alturas para ser siempre buenos receptores.


Señor, te doy gracias por tantos dones recibidos que ni siquiera yo puedo contarlos. Haz que los reciba y los viva, con sencillez, humildad y gratitud. 






PALABRA Y VIDA: LECTURA DEL LUNES 30/11/2015



lunes
S. Andrés, 
apóstol, f. 
Zósimo; Bernaldo:
Cutberto; Justina






Oficio de la f
Rom 10,9-18/Sal 
18 / Mt 4,18-22




                              Mateo 4,18-22

En aquel tiempo, pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: «Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.


Todos esperamos una llamada
Solemos decirlo en el lenguaje coloquial: «Estoy esperando una llamada». Quizás no hemos pensado que, en algún momento, esa llaMada puede ser de Dios. A lo mejor no es por teléfono sino en vivo y en directo, en un día de retiro y de silencio: «Ven, sígueme». O, después de un gran fracaso, cuando apenas si tenemos fuerzas para levantarnos: «¿Qué haces ahí tumbado en el suelo, derrotado, desanimado? Ven conmigo». O, tal vez, ante una encrucijada difícil de nuestra vida, entre nubes amenazantes: «Piensa un poco. La vida hemos de jugarla siempre a una carta». Andrés escuchó la llamada del Señor y la siguió inmediatamente. Después, sería el primero en dar su vida por el Maestro, muriendo en una cruz en forma de aspa. Andrés fue un hombre de palabra radical y entrega generosa.


Señor, haz que escuchemos tu voz, que nos traerá siempre brisa de invitación. No importa dónde ni cuándo. Tu voz nos adentra en el mar de la felicidad.





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