domingo 13
Lucía; Otilia; Bartolo;
Orestes; Eugenio;
Eustracio
3° del salterio
Sof 3,14-18a / Sal
Is 12 / Flp 4,4-7 / Lc
3,10-18
Sofonías 3,14-18a
Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás. Aquel día dirán a Jerusalén: «No temas, Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta»
Salmo Isaías 12, 2-6
Gritad jubilosos: «Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel».
Filipenses 4,4-7
Hermanos: Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca. Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Lucas 3,10-12
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: «¿Entonces, qué hacemos?». Él contestó: «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: «Maestro, ¿qué hacemos nosotros?». Él les contestó: «No exijáis más de lo establecido». Unos militares le preguntaron: «¿Qué hacemos nosotros?». Él les contestó: «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga». El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga». Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio.
Dios nos ofrece las respuestas
Esta es la gran pregunta: «Entonces, ¿qué debemos hacer?». Hasta en tres ocasiones preguntan las gentes al Bautista. Para cada uno hay una respuesta: el que tenga más, que comparta con quien tiene menos; el que administra los bienes públicos, que actúe con justicia; el que custodia la seguridad del pueblo, que no haga extorsión ni caiga en la codicia. Todos reciben el mismo bautismo de conversión; cada uno, sin embargo, debe extraer las consecuencias en su propia vida. Con frecuencia, hemos de preguntarnos en el interior de nuestras conciencias libres qué hemos de hacer en esta hora, en la de la historia y en mi hora personal. Y debemos quedar a la escucha de la respuesta de Dios, en el silencio de la reflexión y de la oración. Porque Dios nos habla y nos indica, con su estilo, los caminos que hemos de seguir.
Señor, ilumina mi entendimiento, aviva mi conciencia, enardece mi corazón y conduce mis pasos para que sepa qué caminos he de escoger y recorrer.