Martes 24
S. Andrés Dung-
Lac y comp. m.o.
Fermina
XXXIV del T.O.
2º del salterio
Dan 2,31-45 / Sal
Dan 3,57-61 / Lc
21,5-11
Lucas 21,5-11
En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido». Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?». Él contestó: «Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: "Yo soy", o bien "El momento está cerca"; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida». Luego les dijo: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo».
Perder miedos y encender ilusiones
Jesús anuncia la destrucción del templo y previene sobre las situaciones difíciles y angustiosas que van a llegar. Los discípulos se ven atenazados por el miedo. Pensarán: «¿qué va a ser de nosotros?». Es la misma pregunta que surge de nuestro interior: «¿qué nos pasará en el futuro?, ¿cómo afrontar las calamidades?». Desgracias, calamidades, guerras crueles y graves crisis económicas. Las sombras y los males nos acompañarán siempre. Pero Cristo enciende la luz de la esperanza. Y se dirige a cada uno de nosotros, susurrándonos en lo más profundo del corazón: «No os dejéis invadir por la angustia y el miedo. La vida es bella y es más fuerte que todo lo demás. No perdáis la ilusión. Confiad en mis palabras».
«Puede que Dios no te pida ir a limpiar leprosos, pero seguro que te pide una pequeña sonrisa para el que está a tu lado». La ilusión es lo que cuenta frente a las desgracias.