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jueves, 5 de noviembre de 2015
PALABRA Y VIDA: LECTURA DEL JUEVES 05/11/2015
Jueves 5
Ángela de la Cruz;
Zacarías e Isabel;
Pedro el Venerable;
Guido Conforti Ma;
BTA. Maria Ràfols
A XXXI.
Tercero salterio
Rom 14.7 a 12 / Sal
26 / 15,1-70 Lc
Lucas 15, 1-10
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ese acoge a los pecadores y come con ellos». Jesús les dijo esta parábola: «Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "Yelicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido". Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles: "yelicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido". Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».
«Comer con los pecadores»
Hasta ahora, quizás, hemos rechazado, huido a otro lugar o abandonado a los que pensábamos que eran pecadores. ¿Cómo mezclarnos o tratar nosotros con los malos? Y así, surgían fronteras de alejamiento, de incomprensión, de rechazo a tanta gente, marcada por la sociedad o por nuestros juicios personales. Hoy vemos cómo los fariseos acusan a Jesús de «comer con los pecadores, de acogerlos, de tratar con ellos». Una de las características esenciales del cristianismo es el sentido fraternal de la historia: cada hombre, cada mujer, esté donde esté y sea cual sea su situación, es mi hermano, mi hermana. Lo que quiere decir que mis manos están abiertas para un abrazo de paz y de esperanza. No se trata solamente de sentirnos «ciudadanos del mundo», sino de contemplar el mundo como «ciudadanos del cielo».
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