XXV del Tiempo Ordinario
Domingo 20
Andrés Kim, Pablo
Chong y comp.;
Agapito I; José María
Yermo y Parres
lº del salterio
Sab 2,12.17-20 /Sal
53 /Sant 3,16-4,3 /
Mc ( 9,30-37
Sabiduria 2,12,17-20
Se dijeron los impíos: «Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida. Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él».
Salmo 53
El Señor sostiene mi vida.
Santiago 3,16-4,3
Queridos hermanos: Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males. La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia. ¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, que luchan en vuestros miembros? Codiciáis y no tenéis; matáis, ardéis en envidia y no alcanzáis nada; os combatís y os hacéis la guerra. No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones.
Marcos 9,30-37
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará». Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó : «¿De qué discutíais por el camino?». Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».
Retrato de los apóstoles
Esta página del evangelio nos ofrece un retrato de cómo eran los apóstoles durante la vida de Jesús: ignorantes, cobardes, llenos de miedo, obstinados. Jesús les descubre cuál va a ser la trayectoria de su vida, les habla de la pasión, de la muerte y de la resurrección. Y ellos, mientras tanto, pensando en honores y en primeros puestos. Tardarán mucho en captar el acontecimiento central del evangelio. A veces, sin darnos cuenta, a nosotros puede ocurrirnos lo mismo. No acabamos de ver la trayectoria de un cristiano: seguir a Jesús, cumplir la voluntad de Dios, aceptar y cargar con la cruz, llegar incluso a la muerte en testimonio de nuestra fe, para desembocar en el triunfo de la resurrección. Sentimos miedo de las ofertas de Dios y nos aferramos con fuerza a las ofertas de los hombres. Pensamos más en la escala de los honores y de las importancias humanas, que en nuestra generosa entrega a la voluntad de Dios.
Señor, la vida es un don y hemos de realizarla conforme al guión que nos entregas para lograr así nuestra plenitud, nuestra felicidad. Morir a nosotros mismos, a nuestros afanes mundanos, a nuestras escalas de valores, para adentramos en ese otro mundo de unas cruces que nos abren al esplendor de tu gloria.