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miércoles, 20 de julio de 2016

PALABRA Y VIDA DEL MIÉRCOLES 20/07/2016





Tiempo Ordinario/16º  Salterio 40 Semana. Tomo III
Miércoles 20Julio








Santos Apolinar ob mr, Elías prof,
José M.a Díaz Sanjurjo ob mr, Marina vg mr, Aurelio ob.

Beatas Rita, Dolores y Francisca vgs mrs



Papa Francisco: La parábola del sembrador nos habla hoy a cada uno de nosotros, como hablaba a quienes escuchaban a Jesús hace dos mil años. Nos recuerda que nosotros somos el terreno donde el Señor arroja incansablemente la semilla de su Palabra y de su amor. ¿Con qué disposición la acogemos? Y podemos plantearnos la pregunta: ¿cómo es nuestro corazón? ¿A qué terreno se parece; a un camino, a un pedregal, a una zarza? Depende de nosotros convertirnos en terreno bueno sin espinas ni piedras, sino trabajado y cultivado con cuidado, a fin de que pueda dar buenos frutos para nosotros y para nuestros hermanos. Y nos hará bien no olvidar que también nosotros somos sembradores. Dios siembra semilla buena, y también aquí podemos plantearnos la pregunta: ¿qué tipo de semilla sale de nuestro corazón y de nuestra boca? Nuestras palabras pueden hacer mucho bien y también mucho mal; pueden curar y pueden herir; pueden alentar y pueden deprimir. Recordadlo: lo que cuenta no es lo que entra, sino lo que sale de la boca y del corazón. Que la Virgen nos enseñe, con su ejemplo, a acoger la Palabra, custodiarla y hacerla fructificar en nosotros y en los demás.




PALABRA:
Salió Jesús de casa y se sentó junto al lago.Y acudió a él tanta gente
que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó enseguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga».

ORACIÓN:
Jeremías 1,1.4-10; Salmo 70,1-6.15.17 • MATEO 13,1
SEÑOR, tu palabra es la semilla que tú, el mejor sembrador, siembras en el campo de mi vida, con infinita misericordia. Quiero dejarme labrar, limpiar de malas hierbas, regar, para acoger con toda la fuerza de mi alma limpia esa semilla de vida eterna, que germina y da frutos de fe. (Sigue tu oración personal).

 El resto cayó en tierra buena y dio fruto.









PALABRA Y VIDA DEL MARTES 19/07/2016






Tiempo Ordinario/ 16°Salterio 4ª Semana. TomoIII

Martes 19 Julio











Federico ob Santos Epafras NT, Macrina vg, Áurea vg mr,

Bernoldo ob




Papa Francisco: El evangelio que hemos Escuchado muestra la actitud fundamental con la que María expresó su amor a Jesús: hacer la voluntad de Dios. «El que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre» (Mt 12,50). 
    Con estas palabras Jesús deja un mensaje importante: la voluntad de Dios es la ley suprema que establece la verdadera pertenencia a Él. Por ello María instaura un vínculo de parentesco con Jesús antes aún de darle a Luz: 
    se  convierte en discípula y madre de su Hijo en el momento en que acoge las palabras del Angel.





    PALABRA:
    Estaba Jesús hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablar con él. Uno se lo avisó: «Oye, tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo».Pero él contestó al que le avisaba: «¿Quién es mi madre y quiénes mis hermanos?».Y, señalando con la mano a los discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre del Cielo, ese es mi hermano, y mi hermana, y mi madre».




    ORACIÓN:
    Miqueas 7,14-15.18-20; Salmo 84,2-8 • MATEO 12,46-50
    SEÑOR, a tu Madre no puedo imitarla en su maternidad divina, ni a tus primos en el parentesco de sangre. ¡Pero tú señalas lo más grande que tenía María: que siempre cumplió la voluntad del Padre! Como ella, te digo: Aquí está la esclava del Señor. Hágase en mí tu palabra. Con esta actitud, soy de tu familia. (Sigue tu oración personal).
























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