martes 27
Frumencio; Vicente,
Sabina y Cristeta
XXX del ro.
2° del salterio
Rom 8,18-25/Sal
125 / Lc 13,18-21
Lucas 13,18-21
La parábola del grano de mostaza y de la levadura encierran el elogio de Cristo a tres virtudes cristianas: la humildad, la pequeñez, la sencillez. Cristo no nos habla de los poderes externos, a través de los que puede dominarse la sociedad. Todo lo contrario. Nos plantea cómo hemos de transformar el mundo: con la pequeñez del grano de mostaza que se entierra o de la levadura que se funde con la masa. Será nuestra «fusión» con la realidad, portadora de Dios, de los valores de su reino, la que haga posible la verdadera transformación. Nosotros ponemos de nuestra parte algo tan sencillo como nuestra vida y nuestro corazón. Y Dios pone su mano, su gracia, que realizará ese crecimiento inmenso de una semilla, hasta convertirse en árbol que acoge las aves del campo. A la humildad y a la sencillez, seguirá el asombro.
Dios no quiere solo tus obras. Dios no quiere solo tus oraciones. Dios no quiere solo tu santidad. Dios solo quiere tu amor. La humildad, la sencillez, la pequeñez de nosotros mismos.