jueves 22
Donato de Fiésale;
Nancto; Salomé; Juan Pablo II; Bto.
Timoteo Giaccardo
XXIX del T.O.
lº del salterio
Rom 6,19-23 /Sal 1
/ Lc 12,49-53
Lucas 12, 49-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra».
Jesús, manifestación de Dios en el mundo
Jesús utiliza la metáfora del fuego, que en la Biblia es la representación de una teofanía: hablar de fuego es hablar de una manifestación de Dios. Con esta imagen del fuego, Jesús introduce la imagen del bautismo: el bautismo es el acto por el que el cristiano asume en la vida el mismo destino que asumió Jesús. Y cuando este destino se toma en serio, vienen los conflictos. Por eso, Jesús dice que Él no ha venido a traer paz sino división: vivir el cristianismo auténtico entrará en conflicto, inevitablemente, con los intereses económicos, con las ideas políticas, con los asuntos familiares. Saldrán a flote los egoísmos y los intereses. Seguir a Cristo es apostar por la verdad, el amor, la justicia, la libertad y la paz. Y de ahí, esa división, esos enfrentamientos.
Señor, infunde en nuestras vidas el fuego de tu amor, un fuego que nos purifique y que nos convierta en antorchas vivas para iluminar el mundo.