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martes, 8 de diciembre de 2015

PALABRA Y VIDA: LECTURA DEL MARTES 08/12/2015




martes
Inmaculada
Concepción, s.
Macario; Ester;
Suceso; Sofronio;
Teódulo




Oficio de las.
Gén 3,9-15.20 / Sal
97 / Ef 1,3-6.11-11
/ Lc 1,26-38



                               Lucas 1,26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su Reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra». Y la dejó el ángel.


María, «sueño realizado» de Dios
Dios tuvo un sueño y creó al hombre. Pero el hombre frustró ese «sueño» de Dios, rompió la amistad con Él y cometió el pecado original. Dios «soñó» de nuevo y decidió enviar a su propio Hijo para salvar a la humanidad. Pensó en una mujer, María, para que fuera la Madre de Jesús. Y la preservó de toda mancha de pecado, desde su concepción. María fue «el sueño realizado» de Dios: se abrió al mensajero, el arcángel Gabriel, que traía el proyecto de Dios sobre su vida; aceptó con entrega total ese proyecto —«Hágase en mí según tu Palabra»—, y lo vivió a lo largo de su vida con fidelidad y encanto. Cada hombre y mujer en la historia somos «sueños de Dios». Ojalá nos convirtamos a lo largo de.nuestra vida en «sueños realizados», viviendo lo que Dios nos pide en cada momento de nuestra existencia. Es fácil: abrirnos a su voluntad, aceptarla y realizarla con ilusión.








PALABRA Y VIDA: LECTURA DEL LUNES 07/12/2015




lunes 7
S. Ambrosio, m.o. 
Mª Josefa Roselló; 
Eutiquiano






II de Adviento 
2° del salterio
15 35,1-10 /Sal 84/
Lc 5,17-16


Lucas 5,17-26
Un día estaba Jesús enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor lo impulsaba a curar. Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de introducirlo para colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y, separando las losetas, lo descolgaron con la camilla hasta el centro, delante de 
Jesús. Él, viendo la fe que tenían, dijo: «Hombre, tus pecados es-. tán perdonados». Los escribas y los fariseos se pusieron a pensar: «¿Quién es este que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados más que Dios?». Pero Jesús, leyendo sus pensamientos, les replicó: «¿Qué pensáis en vuestro interior? ¿Qué es más fácil: decir "tus pecados quedan perdonados", o decir "levántate y anda"? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados —dijo al paralítico—: A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa». Él, levantándose al punto, a la vista de ellos, tomó la camilla donde estaba tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios. Todos quedaron asombrados, y daban gloria a Dios, diciendo llenos de temor: «Hoy hemos visto cosas admirables».


«Levántate y anda»
Todos somos paralíticos. Alguna zona de nuestro ser, algún ámbito de nuestra persona ha quedado a oscuras o paralizado. Y necesitamos una persona amiga que nos tome en brazos o nos coloque en la camilla para llevarnos al Maestro. ¡Qué gran misión la de los camilleros! De ellos dependen nuestros encuentros. Todos también debemos ser camilleros, atentos a los paralíticos que nos esperan. El Maestro hará lo demás. Escucharemos de sus labios una hermosa invitación con aire de mandato: «Levántate y anda». No lo dudemos, porque Él nos da la fuerza de su gracia. El paralítico del evangelio se marchó rápido a «vivir con alegría» el milagro, dando gloria a Dios. No se paró a hablar sino que empezó a caminar de nuevo.





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