Tiempo Ordinario/28° Salterio 4° Semana. Tomo IV
Jueves 13 Octubre
Santos Teófilo ob, Fausto, Jenaro y Marcial mrs,
Florencio mr, Venancio ab
Papa Francisco: /Ay de vosotros, maestros de la Ley!]. Hoy, como en tiempos de Jesús, muchos se proponen como «pastores» de nuestras existencias; péro sólo el Resucitado es el verdadero Pastor que nos da la vida en abundancia. Invito a todos a tener confianza en el Señor que nos guía. Pero no sólo nos guía: nos acompaña, camina con nosotros. Escuchemos su palabra con mente y Corazón abiertos, para alimentar nuestra fe, iluminar nuestra conciencia y seguir las enseñanzas del Evangelio. Recemos por los pastores de la Iglesia, por todos los obispos, incluido el obispo de Roma, por todos los sacerdotes, por todos. La llamada a seguir a Jesús es al mismo tiempo entusiasmante y comprometedora. Para que se realice, siempre es necesario entablar una profunda amistad con el Señor a fin de poder vivir de Él y para Él.
PALABRA:
Dijo el Señor: «¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los pro-
fetas, después que vuestros padres los mataron! Así sois testigos de
lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los ma-
taron, y vosotros les edificáis sepulcros. Por algo dijo la sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos los perseguirán y matarán"; y así, a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la de acarías, que pereció entre el altar y el santuario. Sí, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación. ¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que os habéis quedado con la llave del saber; vosotros, que no habéis entrado y habéis cerrado el paso a los que intentaban entrar!». Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, para atraparlo con sus propias palabras.
ORACIÓN:
Efesios 1,1-10; Salmo 97,1-6 • LUCAS 11,47-54
SEÑOR, por la historia de Israel y del nuevo Israel, la Iglesia, está claro que siempre habrá persecución y mártires. Entre todos, y sobre todos, estás tú, clavado en la cruz y perdonando a tus verdugos. Pero, según tus palabras, no sabían lo que hacían. Tú conoces mi debilidad, y yo me amparo en tu Misericordia, que no tiene límites: me amas siempre y siempre me perdonas. ¡Gracias! (Sigue tu oración personal).
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