Tiempo Ordinario/16º Salterio 40 Semana. Tomo III
Miércoles 20Julio
José M.a Díaz Sanjurjo ob mr, Marina vg mr, Aurelio ob.
Beatas Rita, Dolores y Francisca vgs mrs
Papa Francisco: La parábola del sembrador nos habla hoy a cada uno de nosotros, como hablaba a quienes escuchaban a Jesús hace dos mil años. Nos recuerda que nosotros somos el terreno donde el Señor arroja incansablemente la semilla de su Palabra y de su amor. ¿Con qué disposición la acogemos? Y podemos plantearnos la pregunta: ¿cómo es nuestro corazón? ¿A qué terreno se parece; a un camino, a un pedregal, a una zarza? Depende de nosotros convertirnos en terreno bueno sin espinas ni piedras, sino trabajado y cultivado con cuidado, a fin de que pueda dar buenos frutos para nosotros y para nuestros hermanos. Y nos hará bien no olvidar que también nosotros somos sembradores. Dios siembra semilla buena, y también aquí podemos plantearnos la pregunta: ¿qué tipo de semilla sale de nuestro corazón y de nuestra boca? Nuestras palabras pueden hacer mucho bien y también mucho mal; pueden curar y pueden herir; pueden alentar y pueden deprimir. Recordadlo: lo que cuenta no es lo que entra, sino lo que sale de la boca y del corazón. Que la Virgen nos enseñe, con su ejemplo, a acoger la Palabra, custodiarla y hacerla fructificar en nosotros y en los demás.
PALABRA:
Salió Jesús de casa y se sentó junto al lago.Y acudió a él tanta gente
que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó enseguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga».
ORACIÓN:
Jeremías 1,1.4-10; Salmo 70,1-6.15.17 • MATEO 13,1
SEÑOR, tu palabra es la semilla que tú, el mejor sembrador, siembras en el campo de mi vida, con infinita misericordia. Quiero dejarme labrar, limpiar de malas hierbas, regar, para acoger con toda la fuerza de mi alma limpia esa semilla de vida eterna, que germina y da frutos de fe. (Sigue tu oración personal).
El resto cayó en tierra buena y dio fruto.
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