La Diaspora.
Creo que es bueno dar a conocer algunos conceptos interesantes que, al menos, algunos sacerdotes tenemos, en forma particular,personal, sobre nuestra religión -en lo cual muchos aburés coincidirán o no conmigo-, considerando que pudieran existir, a veces, abismales diferencias conceptuales respecto al orisha y su origen.
Nada mejor que hablar sobre DÍASPORA. No en todos los diccionarios encontraremos este término, pero su significado nos dice: "fuera de lugar; en otro sitio; originario de..." El origen de la diáspora en el mundo occidental nace a partir de la inmigración masiva a otros países o continentes, de personas, fueran por causas naturales, de necesidad o por obligación, como sucedió con nuestro pueblo africano.
Se trata de preservar las creencias -fueran del orden político, social, religioso o cultural-, en lugares alejados de su propio origen o natalidad. En estos tiempos donde la comunicación es fluida, donde viajar de una punta a la otra de los continentes es cuestión de horas, no habrían demasiados problemas con respecto a estos conocimientos y tradiciones, que incluso están por escrito y perduran desde algunos pocos siglos atrás.
En vez, cuando hablamos de las etnias africanas traídas al continente, de manera forzada, esclavizada, allá por entre los siglos XVI y XVIII, cuales negros venían semidesnudos, sin más que con sus cadenas a cuesta y el dolor de haber sido vejados y separados de su familia y orígenes, la diáspora se hace más que notoria. Los únicos referentes reales que tenemos, son aquellos que pudieron ser conocidos a través de los sacerdotes católicos salesianos o franciscanos de la época de la colonia que, transcribían lo que podían, a sus gruesos libros de papiro, contando la realidad que se plasmaba en aquella sociedad Sudanesa conquistada. También en muchas bitácoras de Navegación, se pudierón conocer cuestiones que trataban sobre ciertas costumbres ceremonias, cánticos y plegarias, mientras los vientos impulsaban las naves negreras al nuevo mundo desde la costa de Oro y de Marfil.
Desde allí venían los hijos del Ti Guini, de la antigua Guinea, del antiguo Dahomey, del misterioso Congo y Cabinda, de las cuencas Bantu Bakuba y Bakongo, del Calabar del sudeste de Nigeria. Entre ellos se destacaban los efik, ibo, bras, ekoy, abaja, bricamos, oba e ibibios.
Muchos otros ashanti, fanti, fon y mina popó.
Desde el Congo, los mondongo, banguela, mucaya, bisongo, agunga, motembo y mayombe.
Del sur de esa área venían también los Angola. Desde la costa del Senegal hasta Liberia, llegaron los mani, kono, bámbara y mandinga. De los once millones de negros que llegaron al continente, se calcula que uno de cada cinco era Nigeriano.
Entre ellos sobresalían los eguadó, ekiti, yesal egba, fon, cuévanos, agicón, sabalú y oyó. Estos yorubas venían del antiguo Dahomey.
Yoruba es el término que identifica a todas las tribus que hablan la misma lengua, aunque no estuvieran unidas ni centralizadas políticamente.
Yoruba, por consiguiente es una denominación básicamente lingüística, aunque estas tribus estuvieran vinculadas por una misma cultura y la creencia de un origen común. Esta lengua es parte de la subfamilia "kwa" que, a su vez, es un elemento de la gran familia lingüística nigeriana y que se halla dividida en múltiples dialectos, propios de las divisiones tribales. Una de estas tribus fue la Lukumí, que llegó por 1728, y que da origen a la palabra "lucumí", nombre dado a todos aquellos esclavos en Cuba y Caribe en tiempos primeros de la trata.
Contrario a lo que muchos suponen, África distaba de pertenecer al grupo de los continentes más atrasados.
En el siglo XVI, por ejemplo, los indios americanos más avanzados eran agricultores neolíticos, usaban herramientas de piedra pulida y muy pocos de ellos se iniciaban en la utilización de los metales. Con escasa excepciones, los africanos del mismo período eran agricultores equipados con herramientas de hierro. Cuando los primeros traficantes llegaron a la costa de Nigeria, durante el siglo XV, los yorubas estaban organizados en pequeños reinos, independientes, que se encontraban en plena decadencia. Existió un gran imperio llamado de Ifé, que se extendía desde el Ghana actual hasta más allá del valle del Níger, y que alcanzó su apogeo entre los siglos X y XII de nuestra era. Ese período clásico de Ifé sólo duró dos o tres siglos, pero su gran arte de bronce fue transmitido al reino de Benin.
En el siglo XVI, por ejemplo, los indios americanos más avanzados eran agricultores neolíticos, usaban herramientas de piedra pulida y muy pocos de ellos se iniciaban en la utilización de los metales. Con escasa excepciones, los africanos del mismo período eran agricultores equipados con herramientas de hierro. Cuando los primeros traficantes llegaron a la costa de Nigeria, durante el siglo XV, los yorubas estaban organizados en pequeños reinos, independientes, que se encontraban en plena decadencia. Existió un gran imperio llamado de Ifé, que se extendía desde el Ghana actual hasta más allá del valle del Níger, y que alcanzó su apogeo entre los siglos X y XII de nuestra era. Ese período clásico de Ifé sólo duró dos o tres siglos, pero su gran arte de bronce fue transmitido al reino de Benin.
Los portugueses llegaron a su capital en 1472. El holandés Dapper describió la ciudad de Benin en el siglo XVIII, diciendo: ...no hay ciudad más grande en todas las regiones; sólo el palacio de la reina tiene tres leguas de perímetro, y la ciudad tiene cinco. La ciudad está rodeada por una muralla de seis pies de alto. Tiene varias puertas con unos ocho y nueve pies de alto y cinco de ancho; son de madera de una sola pieza.
la ciudad está compuesta por treinta calles
principales, rectas, y de ciento veinte pies de ancho, entre una infinidad de calles menores que se cortan. La gente lava y friega sus casas de tal modo que relucen como espejos.
Los yorubas habían conocido el desarrollo urbano más importante del África tropical, y un desarrollo artístico sin paralelo en el continente.
Su fundamental influencia cultural sobre nosotros la ejercieron a través de la religión, de imaginación, vitalidad, y colorido deslumbrante.
Su panteón de deidades no sólo no cesa de interesar a los estudiosos, sino que vive, vivo e influyente. Mientras que el cristiano va a la iglesia a orar, a hablar con Dios, los yorubas cantan y danzan para volverse Dios...
En África cada orisha estaba originalmente vinculado a una aldea o a una región. Se trataba de cultos locales animistas que, reflejaban la autonomía de muchos pueblos que vivían en economías cerradas, propias del estado tribal.
Así, dentro del territorio yoruba, se adoraba a Shangó en Oyó, a Yemayá en Egba, a Oggún en Ekití y Oridó, a Ochún en Ijosa e Ijebu, etcétera... Había sin embargo algunos cultos que abarcaban a todas las tribus de la región, como el de Obatalá o el de Oddúa, reyes históricos vinculados a la fundación de Ifé, y de quién todos los goberantes yorubas se consideraban descendientes.
Por otra parte, los Arará adoraban a Foddún o a los fodduces, deidades muy similares a las del panteón yoruba. En gran medida la posición de las deidades dependía de la historia de las aldeas en las que aparecían como protectores. En casi todos los casos se trataba de hombres divinizados después de muertos, práctica común en un período genitor de la historia religiosa. El hombre primitivo no establecía diferencias demasiado grandes entre un dios y un hechicero poderoso, quién en muchos casos, se aprovechaba de los agentes sobrenaturales para atemorizar al pueblo y que cumplieran sus deseos. Por otra parte, la religión Yoruba está íntimamente vinculada a un concepto de familia, de clan, que es el conjunto de vivos y muertos que surgen de un ancestro común. A estos ancestros se les atribuía el control sobre determinadas fuerzas de la naturaleza, y la posibilidad de ejercer ciertas actividades, o de tener el conocimiento de las propiedades de las plantas, única forma de medicina existente.
Aquellos ancestros con ashé, se transformaron en orishas, y fueron divinizados.
Según los yoruba, la metamorfosis ocurría en momentos de trance o de crisis emocional: el ser material del individuo desaparecía quemado por la pasión, pero permanecía solamente su ashé, es decir, el poder en estado de energía pura, transferible a un médium o a sacerdotes (iyawo) de similares características, para ser reavivados como orisha. Además, para que pudiera surgir el culto del orisha, se hacía indispensable que algunos de sus familiares pudieran establecer un fundamento: una cazuela de barro que sirviera como contenedor del objeto-soporte de la fuerza o "ashe del orishá". Este objeto-soporte es la base material establecida para el orishá, en la que además, se rinden ofrendas. Debidamente sacralizada, será prenda, emanación del dios, como la piedra del rayo lo es de Shangó, un guijarro en el fondo de un río como el otá (piedra) lo es de Ochún, los hierros de Oggún, o el arco y la flecha de Ochossi.
El orishá es una fuerza pura, que entrelaza a determinada parte de la naturaleza con seres y elementos terrenos, que no puede hacerse
perceptible a los humanos, sino, tomando posesión de estos.
Este candidato a la posesión, elegido por el orisha, es un sacerdote descendiente en lo terreno, o bien, algún integrante de su clan familiar.
Esta es la razón original por la que, mucho más tarde, tras el proceso de sincretización, en Santería se habla entre nosotros de los "Hijos de Santo".
Este parentesco que aquí es espiritual, entre los africanos era de sangre. Los elegidos son llamados Iyawó, o mujer de orishá, y el término compete tanto a hombres como mujeres en el sentido espiritual.
Este parentesco que aquí es espiritual, entre los africanos era de sangre. Los elegidos son llamados Iyawó, o mujer de orishá, y el término compete tanto a hombres como mujeres en el sentido espiritual.
Podría decirse que, en América, tanto en Cuba, Caribe, Brasil y Uruguay -donde más se percibe el aroma yoruba-, el culto renace de manera maravillosamente fascinante. Y es aquí donde interviene la diáspora, porque nos encontramos con un negro esclavo, con las manos vacías, pero con el corazón y la mente llena de esperanzas y expectativas en su creencia, puestos en un nuevo mundo, donde el hábitat es prácticamente diferente a su natalidad. No existen las mismas plantas, pero sí su equivalente, no existe el mismo tipo de owo (dinero), el mismo clima, ni la misma gente. Ante todo eso, ante la gran mezcla de naciones, debe EMPEZAR DE NUEVO... Pudo adaptar al orishá perfectamente bien al nuevo mundo, siguiendo de la mejor manera posible los conceptos y preceptos que le habrían enseñado en su tierra natal sus arubó (ancianos).
Todo era transmisión esotérica, de boca en boca, de padrino a ahijado, no había escrituras. Ahora bien: ¿cómo prevaleció el conocimiento...? Muy sencillo -y esto nos da el referente de la existencia de vida más allá de esta vida terrena-, gracias a nuestros Eggún de Orisha, es decir, aquellos muertos Iyawo, Babalawo, que descendiendo en un omó o médium, vertían el conocimiento que faltaba, los oddún (las letras de Ifá), y todo aquello que era necesario para hacer religión. Trasmitían su ashé.
Así se preservó y se adaptó la cultura yoruba a nuestro medio, al nuevo hábitat en que ahora está. Muchos hermanos mayores, han dicho en la misma Nigeria: "...quién quiere Orisha, vaya hasta su nueva casa, cruzando Olokum está el Ifé mayor, el nuevo mundo" Es que, entre los muchos negros llegados al continente, casi un 75% eran iyawo mayores o menores, pero iyawo al fin, de alguna que otra nación africana.
Y eso de que hay más sacerdotes que "clientela" o registrados, es cierto, porque la cosmogonía africana se basa justamente en estar penetrado y profundizado con el mundo del orisha.
No se puede hacer una vida común, mundana, sin que orisha no esté reflejado en alguna parte, en algún elemento del hábitat: en un árbol, en una plaza, sentado en la mesa de un café, entre los muñequitos del colectivo, en un shopping, en el trabajo, en el owo, con sus Iré y Osobos, pero siempre estará presente. Esta interrelación entre orisha, persona y medio, jamás existió con tanta fuerza ni vitalidad en otra cultura religiosa popular.
Es por ello, que cada uno de nosotros, fuera de la nación africana que fuera, sea congo, bantú, nagó o lucumí, siempre tendrá una verdad y un conocimiento excepcional para experimentar aunque fuera, en la forma más diminuta, esa imponente energía y vitalidad que una deidad nos transmite en casi todos los momentos del día: con nuestra familia, esposa, esposo, novio, novia, hijo, hija, abuelos, primos, amigos... Siempre estarán presentes aunque incluso muchas veces, parecieran no existir. Nos vigilan, nos protegen, nos enseñan, nos castigan, nos gratifican, nos dan vitalidad, son fuente de vida.
Y aunque pareciera decir que es una utopía no reconocer la diáspora, ella siempre estará presente, porqué es el legado de nuestra tradición, amoldada y acoplada no sólo al medio nuevo, al nuevo hábitat, al nuevo continente, sino además, a la nueva clase de persona que renació en nuestro ser más profundo a través de la deidad.
Y aunque pareciera decir que es una utopía no reconocer la diáspora, ella siempre estará presente, porqué es el legado de nuestra tradición, amoldada y acoplada no sólo al medio nuevo, al nuevo hábitat, al nuevo continente, sino además, a la nueva clase de persona que renació en nuestro ser más profundo a través de la deidad.
Es el nuevo campo de evolución y concepción que nos depara, cómo un gran desafío, este nuevo milenio. Podremos tener todo el conocimiento y la sabiduría necesaria para enseñar, incluso la capacidad para aprender, pero si no poseemos la cautela interior del saber como comportarnos en una sociedad muy diferente a la nuestra, siempre fracasaremos en todo intento. Y la culpa no será del orisha, de la deidad, será una culpa auténticamente nuestra. Aqui prevalece lo que vengo hablando desde hace mucho tiempo: filosofía de vida yoruba.
Este campo de desarrollo y evolución interior lo tienen las culturas más avanzadas del mundo: en oriente, oriente medio y occidente. Se los ha conocido en estos últimos tiempos por diferentes nombres: meditación, yoga, reiki.... ¿Ustedes piensan que del África no ha llegado este conocimiento...?
iPues sí, ha llegado! tan sólo que, no todos han podido desvelar su misterio, escondido en cada oddún, en cada letra del Ifá. Pero previo a todo, la religión no sólo va entrando en el alma de la gente a través de un toque o de una sesión mediúmnica, también ingresa cuando uno transmite valores importantes del estilo de vida natural.
Orí es la fuente del pensamiento, del saber, de la transmisión, casi todos los ashés salen de él: la palabra, la visión, la audición, la transmisión de la energía por las manos.
Porque es la fuente impulsora de todos nuestros atributos, fueran virtudes como desaciertos.
Orí es lo primero que el aleyo interpreta, cuando por primera vez sintió en su cuerpo esa "piel de gallina" al escuchar los batá, al visualizar la danza y el colorido, al hablar con un omó en trance, al palpar la energía de un fundamento, al percibir alrededor suyo al orisha...
Con todo esto hemos dejado bien claro, la importancia de la religion Yoruba dentro de nuestras vidas. A los que ya hemos empezado nuestra andadura dentro de esta bonita religión y forma de vida, nos ayuda a resolver los aconteceres diarios del día a día, ya que ademas de ser una forma de confesión religiosa es una forma de vida, donde cualquier echo cotidiano, tiene un por que o una explicación diferente al mundo que nos rodea y la forma de vida que Ilevabamos con anterioridad a renacer dentro de la Regla de Osha.
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