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domingo, 22 de noviembre de 2015

PALABRA Y VIDA: LECTURA DEL SÁBADO 21/11/2015


sábado 21
Presentación de
la Virgen, m.o.
Na Sra. de la
Piedad; Gelasio I;
Columbano





XXXIII del T.O.
lº del salterio
1Mac 6,1-13 / Sal 9
/ 20,27-40



                                Lucas 20,27-40
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella». Jesús les contestó: «En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob': No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos». Intervinieron unos escribas: «Bien dicho, Maestro». Y no se atrevían a hacérle más preguntas.


La gran esperanza
No podemos negar la preocupación de los saduceos y sus argumentos enrevesados para saber qué clase de vida nos espera después de la muerte, planteando a Jesús un caso extravagante. Jesús responde con claridad: «Nuestro Dios no es Dios de muertos, sino de vivos». Esa otra vida es nuestra gran esperanza. Cristo nos desvela que la resurrección no tiene nuestras leyes biológicas, sino que será «de otra manera». Juan Pablo II nos dijo: «El cielo es la plenitud de la vida en la intimidad con Dios». La fe nos invita a contemplar a Dios como manantial de vida, de plenitud y de felicidad.


Señor, queremos caminar contigo, de tu mano, a tu lado, abiertos a tu Palabra, a tus enseñanzas; queremos morir contigo, en nuestras cruces de cada día; y así, entrar contigo en tu reino de Luz








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