lunes 23
S. Clemente I / S.
Columbano, m.I.
Lucrecia; Sisinio; Bto.
Miguel Agustín Pro
XXXIV del T.O.
2° del salterio
Dan 1,1-6.8-20/
Sal Dan 3,52-56/Lc
21,1-4
Lucas 21,1-4
En aquel tiempo, alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el arca de las ofrendas; vio también una viuda pobre que echaba dos reales, y dijo: «Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».
La entrega total de una viuda pobre
El pasaje es breve, claro, sencillo y emocionante. Jesús mira lo que ocurre a su alrededor, observa a la gente que cruza, enseñándonos así a no desentendernos de lo que pasa ni de quién pasa a nuestro lado; Jesús descubre el hermoso gesto de la viuda, y nos enseña a «saber descubrir todo lo bueno, bello, hermoso y noble de la vida»; Jesús alaba y propone el ejemplo de la pobre viuda, porque echó al cepillo del templo «todo lo que tenía para vivir». El donativo no tiene como fin «tranquilizar conciencias» sino «simbolizar entregas». No cuenta la cantidad que podemos o debemos dar, sino el corazón que se vuelca por completo, que se vacía de lo que tiene y lo convierte en limosna. Toda limosna ha de ser ofrenda generosa del corazón.
Somos familia en la fracción del pan. Solo al partir el pan podrán reconocernos. Seamos pan, hermanos. Haznos pan que alimenta a los demás, que se ofrece hasta el fondo, sin límites, sin fronteras.
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