Sábado 19
S. Jenaro, m.I.
María de Cervelló;
Emilia Mª
Guillermina de
Rodat; Pomposa;
Alfonso de Orozco
XXIV del TO.
4º del salterio
1Tim 6,13-16/Sal
99 /Lc 8,4-15
Lucas 8,4-15
En aquel tiempo, se juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo. Entonces les dijo esta parábola: «Salió el sembrador a sembrar su semilla. al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso y, al crecer, se secó por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y, al crecer, dio fruto al ciento por uno». Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga». Entonces le preguntaron los discípulos: «¿Qué significa esa parábola?». Él les respondió: «A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de Dios; a los demás, solo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan. El sentido de la parábola es este: La semilla es la palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero, con los afanes y riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no maduran. Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando».
La buena semilla y la tierra que la acoge
Nuestra vida irradia tres hermosos destellos: somos caminantes, sembradores y testigos. Caminantes que avanzan a sus metas más preciadas; sembradores que arrojan mil semillas en la besana del mundo; testigos que realizan los hermosos proyectos que Dios nos encomienda. Jesús es el caminante, el sembrador y el testigo por excelencia. Dos reflexiones ante la parábola: primera, nosotros, como sembradores, ¿sembramos lo que tenemos que sembrar con lenguaje claro e inteligible? Segunda reflexión: ¿cómo es nuestra tierra para acoger la Palabra: tierra de camino, tierra pedregosa o tierra con cardos?
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