Sábado 12
Stmo. Nombre de
María, mi.
N, Sra. del Henar;
de Fuensanta; Dulce
María; Guido; Sara;
Siro; Macedonio
XXIII del TO.
3° del salterio
1Tim 1,15-17/Sal
112 / Lc6,43-49
Lucas 6,43-49
En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: «No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca. ¿Por qué me llamáis "Señor, Señor", y no hacéis lo que digo? El que se acerca a mí, escucha mis palabras y las pone por obra, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo tambalearla, porque estaba sólidamente construida. El que escucha y no pone por obra se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y enseguida se derrumbó y quedó hecha una gran ruina».
*Suplicar con nuestras obras
Jesús pone el acento en nuestras obras. Se librará siempre en nuestro corazón esa difícil batalla de los «sentimientos y de las acciones», entre «lo que pensamos y hacemos». Alguien decía con frecuencia en sus meditaciones esta frase: «Es fácil la piedad sensible, rehuimos la piedad sacrificada». Nos emocionamos sin mover un dedo. Es fácil invocar y pedir lo que necesitamos, es difícil realizar lo que pedimos. Es fácil dirigirnos a Dios, es difícil hacer lo que Dios nos dice, lo que espera de nosotros. Hoy es un día muy hermoso para dirigir nuestra mirada a la Santísima Virgen, llamándola por su nombre —hoy, fiesta del Santísimo Nombre de María—, abrirle nuestro corazón, presentarle todo lo que necesitamos y pedirle su intercesión ante el Hijo, para que os «alfombre de gracias y de dones» nuestro caminar por los senderos de la historia.
Señora y Madre nuestra, te felicitamos por tu nombre, que sabe en nuestros labios a amor, a confianza, a sonrisa en nuestros semblantes, tantas veces ensombrecidos por las dificultades y problemas de la vida. ¡Felicidades, María!
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