El problema de la agresividad
Un hombre que pidió un sándwich en un restaurante de comida rápida se enfurece porque, según él, tardan demasiado en entregarle la orden. Entonces se mete por la ventanilla, amenaza al empleado, lo empuja contra un mostrador y lo abofetea, tras lo cual toma su sándwich y se va del lugar.
LA AGRESIVIDAD es un componente de la estructura emocional del ser humano,
como son el amor, la esperanza, la ansiedad, la tristeza o el miedo. Por eso, es normal que todos nos enojemos de vez en cuando. Si se mantiene bajo control, es posible expresar la agresividad de forma equilibrada y productiva; por ejemplo, puede ser provechosa cuando nos impulsa a superar un obstáculo o un problema.
Pero, como lo demuestra el relato del inicio, también tiene su lado oscuro. Hay quienes se enojan con más facilidad, más frecuencia y más intensidad que los demás. Si se los provoca, lanzan ataques verbales o físicos, y la ira termina controlándolos, cuando debería ser al revés. Esa reacción irrefrenable es peligrosa, por lo que se la ha llamado "agresividad problemática".*
Las personas que tienen problemas de agresividad no solo se causan dolor a sí mismas, sino también a quienes las rodean. Incluso la mas trivial de las cuestiones puede provocar un arranque violento con terribles consecuencias. Veamos algunos casos:
Un señor que caminaba con sus amigos por una calle abarrotada de gente recibió un balazo en el cuello porque la bolsa de deporte de uno de ellos rozó a un hombre que pasaba junto a él.
Un muchacho de 19 años que estaba jugando un videojuego violento perdió los estribos y mató a golpes al bebé de once meses de su pareja porque lo hizo perder la partida al tocar la consola.
Otros casos similares en todo el mundo demuestran que cada vez hay más y más personas con problemas de agresividad. ¿Por qué aumenta esta tendencia?
La agresividad es un componente de la estructura emocional del ser humano, por lo que en ocasiones quizás convenga expresarla, pero con moderación. Sin embargo, estos artículos tratan sobre la agresividad problemática, que perjudica nuestra salud emocional, física y espiritual, así como la de quienes nos rodean.
por que tanta agresividad?
LAS causas de la agresividad son complejas. Incluso los científicos reconocen que no se
entienden del todo. En lo que sí concuerdan los profesionales de la salud mental es en que todos reaccionamos a ciertos "detonantes de la agresividad".
Un detonante puede ser algo que nos frustre o irrite, por lo general una injusticia. Otro puede ser una supuesta ofensa, quizás un insulto o una falta de respeto. Una amenaza imaginaria a nuestra reputación o autoridad también puede desatar la ira.
Claro está, los detonantes varían dependiendo de la persona, la edad, el sexo y hasta la cultura. Incluso varían las reacciones. Hay quienes rara vez se enojan y, cuando lo hacen, se reponen rápidamente, mientras que otros ceden fácilmente a cualquier provocación y se quedan resentidos por días, semanas, meses o hasta años.
Vivimos rodeados de detonantes potenciales. Pero, además, parece que el umbral de tolerancia está disminuyendo. ¿Por qué? Un factor es el espíritu egoísta del "yo primero", típico de nuestros tiempos. La Biblia predijo: "En los últimos días [...] los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, presumidos, altivos, [...] testarudos, hinchados de orgullo" (2 Timoteo 3:1-5). ¿No es cierto que esta lista coincide muy bien con la actitud de la gente en general?
Ese espíritu egocéntrico explica por qué suelen enfadarse las personas cuando no logran salirse con la suya, por ejemplo. Ahora bien, hay otras razones por las cuales va en aumento la agresividad. Veamos algunas.
El ejemplo de los padres
Los padres ejercen una profunda influencia en el desarrollo de la personalidad de sus hijos durante la niñez y la adolescencia. El psicólogo francisco sánchez. Milis señala: "Desde muy temprana edad, los niños aprenden a expresar su enojo siguiendo los modelos que observan a su alrededor".
Si un niño se cría en un ambiente hostil —donde los ánimos se caldean por cualquier insignificancia—, aprenderá a reaccionar de la misma manera ante las dificultades de la vida. Podríamos compararlo con una planta que se riega con agua contaminada. Crecerá, sí, pero no como debiera; incluso podría sufrir daños irreversibles. La hostilidad es como agua contaminada, y los niños que están expuestos a ella tienden a ser agresivos de adultos.
La masificación urbana
En 1800, un 3% de la población mundial vivía en zonas urbanas. En 2008, el número había ascendido al 50%, y para el 2050 se espera que alcance el 70%. Cuantas más personas vivan apiñadas en las grandes urbes, mayores serán los niveles de agresividad y frustración. Por ejemplo, la ciudad de México es una de las metrópolis más pobladas del planeta. Allí, los congestionamientos de tráfico son una de las principales causas de ansiedad. Con dieciocho millones de habitantes y seis millones de automóviles, "bien podría ser la capital con más estrés del mundo", informa un periodista. "El tráfico es tan exasperante que las calles son un polvorín."
La masificación urbana conlleva otras fuentes de estrés, como son la contaminación del aire, el ruido, la escasez de viviendas, los choques culturales y la elevada criminalidad. A mayor tensión, mayor frustración, mayor agresividad y mayores probabilidades de perder la paciencia.
Un futuro económico sombrío
El colapso financiero mundial ha generado estrés y ansiedad por doquier. En 2010, un informe conjunto del Fondo Monetario Internacional y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) declaró: "Se ha estimado que actualmente hay más de 210 millones de personas sin empleo en todo el mundo". Lamentablemente, la mayoría de ellos no cuenta con ningún tipo de asistencia social.
A quienes tienen empleo tampoco les va mucho mejor. La OIT señala que el estrés laboral se ha convertido en una "epidemia mundial". Lorne Curtis, consultor de administración de Ontario (Canadá), comenta: "Las personas temen perder su trabajo y se han vuelto muy pesimistas". El resultado, según él, es que "viven a la defensiva y son más propensas a discutir con su supervisor o sus compañeros".
Los prejuicios y las injusticias
¿Cómo se sentiría si fuera a participar en una carrera, pero solo a usted se le exigiera correr con los pies encadenados? Así es como se sienten millones de personas que sufren prejuicios raciales o de otro tipo. La gente se enfurece cuando se topa con barreras que limitan su acceso al mercado laboral, la educación, la vivienda u otras cosas necesarias para la vida.
Estas y otras injusticias pueden resultar aplastantes y dolorosas. Y aunque es triste decirlo, la mayoría de nosotros ha experimentado esa terrible sensación en algún momento. Hace más de tres mil años, el sabio rey Salomón dijo: "¡Mira!, las lágrimas de aquellos a quienes se oprimía, pero no tenían consuelo" (Eclesiastés 4:1). Cuando abundan las injusticias y no hay alivio, es fácil que el corazón se llene de resentimiento.
La industria del entretenimiento
Se han realizado más de mil estudios para determinar el efecto que tiene en los niños la violencia que se presenta en la televisión y otros medios. James P. Steyer, fundador de Common Sense Media, asegura: "Una generación que se ve expuesta una y otra vez a escenas realistas de violencia extrema crece con más aceptación de la agresividad, menos rechazo a la brutalidad y menos compasión".
Claro, la mayoría de los niños que crecen viendo escenas violentas en la televisión no se convierten en criminales desalmados. Sin embargo, la industria del entretenimiento suele presentar la conducta agresiva como una forma aceptable de reaccionar a los problemas, lo cual ha producido una generación insensible a la violencia.
¿Cómo afectará a sus hijos el que usted ceda a la ira?
SERIOS PROBLEMAS
SI...
> ... lo saca de quicio hacer fila en el supermercado.
⦁ ... discute a menudo con sus
⦁
compañeros de trabajo.
⦁ ... a veces no duerme por estar dándole vueltas a los disgustos que tuvo durante el día.
⦁ .. se le hace difícil perdonar a
⦁
quienes lo han ofendido.
.. pierde los estribos a menudo.
⦁ siente vergüenza o remordimiento tras un arrebato de ira.*
La influencia
de espíritus malignos
La Biblia revela una fuerza invisible que inspira gran parte de la agresividad patológica que ha invadido el planeta. Al comienzo de la historia del hombre, una criatura espiritual se rebeló contra el Dios todopoderoso. A esta criatura maligna se la conoce como Satanás, nombre hebreo que significa "Opositor" o "Adversario" (Génesis 3:1-13). Con el tiempo, Satanás convenció a otros ángeles para que se aliaran con él.
Estos ángeles rebeldes, convertidos en demonios o espíritus malignos, han sido confinados a la Tierra (Revelación [Apocalipsis] 12: 9, 10, 12). Y todos ellos tienen "gran cólera", pues saben que les queda poco tiempo. Aunque no podemos verlos, sentimos los efectos de sus acciones. ¿Cómo?
Satanás y sus hordas demoníacas se aprovechan de nuestra tendencia al pecado a fin de incitarnos a tener "enemistades, contiendas, celos, arrebatos de cólera, altercaciones, divisiones, [...] y cosas semejantes a estas" (Gálatas 5:19-21).
Resista el impulso
Después de analizar todas estas dificultades, tensiones y angustias, es fácil entender por qué genera tanta frustración entre la gente el simple hecho de realizar sus actividades cotidianas.
El impulso de responder con agresividad para desahogarse puede ser irresistible. En el siguiente artículo veremos sugerencias que nos ayudarán a no perder el control.
Cómo mantener a raya
la agresividad
HACE más de dos mil años, el filósofo griego Aristóteles usó el término catarsis para referirse a la "purga" o liberación de la ansiedad que se conseguía contemplando en el teatro un drama o una tragedia. En teoría, una vez liberada la tensión, el espectador experimentaría una sensación de alivio psicológico.
A principios del siglo xx, el neurólogo austriaco Sigmund Freud propuso un concepto
similar. Aseguraba que si una persona reprimía sus emociones negativas, tarde o temprano resurgirían en forma de trastornos psicológicos, como la histeria. Su postura era: más vale desfogarse que reprimir los enojos.
En las décadas de los setenta y los ochenta, los investigadores pusieron a prueba la teoría de la catarsis, pero apenas le encontraron sustento científico. Los descubrimientos llevaron a la psicóloga Carol Tavris a escribir: "Ya es hora de enterrar de una vez por todas la teoría de la catarsis. Las investigaciones no han aportado prácticamente ninguna prueba de que observar escenas violentas (o exteriorizar la ira) elimine los sentimientos de hostilidad".
Otro psicólogo, Gary Hankins, señaló: "Los estudios indican que entrar en catarsis, o 'abrir la válvula de escape', suele dejarlo a uno más tenso que antes". Tal vez los expertos en salud mental nunca lleguen a un acuerdo sobre este tema. Muchas personas, en cambio, han sacado provecho de una fuente distinta de sabiduría: la Biblia.
"Refrena tu enojo"
El salmista David expresó con estas acertadas palabras la necesidad de mantener la ira bajo control: "Refrena tu enojo, abandona la ira; no te irrites, pues esto conduce al mal" (Salmo 37:8, Nueva Versión Internacional). La mejor manera de evitar decir o hacer algo de lo que después nos arrepintamos es no irritamos. Claro, es mucho más fácil decirlo que hacerlo, ¡pero se puede lograr! Veamos tres sugerencias prácticas.
Reduzca la intensidad del enojo
Para apaciguar el enojo, tranquilícese y relájese. Resista el impulso de decir lo primero que le venga a la mente. Si siente que está saliéndose de sus casillas y que va a perder el control, recuerde este consejo bíblico: "El principio de la contienda es como alguien que da curso libre a las aguas; por eso, antes que haya estallado la riña, retírate" (Proverbios 17:14).
Eso fue lo que ayudó a un hombre llamado Jack a dominar su temperamento agresivo. Como su padre era muy dado a las juergas y las peleas, fue desarrollando una personalidad parecida. Él comenta: "Cuando me enojaba, sentía como si me prendieran fuego. Explotaba y comenzaba a gritar y a amenazar con los puños".
Las cosas empezaron a cambiar cuando Jack comenzó a darse cuenta de que por esos derroteros no podia seguir y comenzó con sus estudios espirituales ¡Y vaya si cambió! En cierta ocasión, un compañero de trabajo lo insultó enfurecido. "Sentí cómo crecía dentro de mí una bola de fuego —recuerda él—. Mi primer impulso fue tumbarlo de un golpe."
¿Cómo logró conservar la calma? Él mismo contesta: "Comencé a orar: `¡Por favor, Señor, ayúdame a no perder los estribos!'. De pronto sentí por primera vez en la vida una paz que me embargó por completo; logré dar media vuelta y marcharme". Jack siguió estudiando la Biblia. Pasó mucho tiempo orando y meditando en pasajes como Proverbios 26:20, que dice: "Donde no hay leña, se apaga el fuego", y finalmente consiguió controlar la ira.
Aprenda a relajarse
"Un corazón calmado es la vida del organismo." (Proverbios 14:30.) Poner en práctica esta verdad elemental de la Biblia mejora la salud emocional, física y espiritual. Comience por aprender técnicas de relajación sencillas para mitigar los sentimientos de ira. Las siguientes técnicas son muy efectivas para combatir la agresividad provocada por el estrés.
⦁ Respirar profundo es una de las mejores y más rápidas maneras de disminuir la intensidad del enojo.
⦁ Mientras está respirando, repita una palabra o frase que lo ayude a tranquilizarse, como "relájate", "déjalo" o "cálmate".
⦁ Tenga un pasatiempo: la lectura, la jardinería, escuchar música o alguna otra actividad relajante.
⦁ Haga ejercicio y siga una dieta saludable.
Modifique sus expectativas
Es difícil esquivar por completo los detonantes de la ira, trátese de personas o situaciones. Lo que sí podemos hacer es aprender a controlar nuestras reacciones. Para ello se requiere un cambio de mentalidad.
Quienes tienen expectativas muy elevadas por lo común tienen más problemas de agresividad. ¿Por qué? Porque si algo o alguien no está a la altura de lo que esperan, la frustración y la ira se apoderan de ellos. Una manera de combatir ese espíritu perfeccionista es teniendo presente que "no hay [hombre] justo, ni siquiera uno [...]. Todos se han desviado, todos [ellos]" (Romanos 3:10, 12). Si creemos que nosotros —o cualquier otra persona—podemos ser perfectos, nos encaminamos inevitablemente a la decepción.
No es bueno esperar demasiado, ni de nosotros mismos ni de los demás. Ya lo dice la Biblia: "Todos tropezamos muchas veces. Si alguno no tropieza en palabra, este es varón perfecto" (Santiago 3:2). Así es, "no hay en la tierra hombre justo que siga haciendo el bien y no peque" (Eclesiastés 7:20). De modo que si aparentamos ser lo que no somos, es decir, perfectos, viviremos frustrados y llenos de rabia.
Todos los seres humanos somos imperfectos, y por eso a veces nos cuesta controlar la agresividad. Sin embargo, cada uno puede decidir cómo expresará su enojo. El apóstol Pablo aconsejó a sus hermanos cristianos: "Estén airados, y, no obstante, no pequen; que no se ponga el sol estando ustedes en estado provocado" (Efesios 4:26). Así es, si mantenemos nuestras emociones bajo control, podremos expresarlas de manera constructiva, para beneficio de todos.
¿Cómo hacer las paces?
REFIRIÉNDOSE a los seres humanos, la Biblia declara: "Todos han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios" (Romanos 3:23). Es de esperar que entre los más de siete mil millones de personas imperfectas del planeta surjan choques. Ahora bien, ¿cómo podemos hacer las paces cuando llegamos a tener problemas con alguien?
La Biblia, un libro con consejos muy prácticos, afirma que nuestro Creador, es "el Dios de la paz" (Hebreos 13:20; Salmo 83:18). Él desea que sus criaturas terrestres disfruten de relaciones pacíficas, e incluso nos ha puesto el ejemplo. Al pecar, Adán y Eva arruinaron la relación de la humanidad con Dios. No obstante, Jesús tomó de inmediato las medidas necesarias para reconciliarse con su creación humana (2 Corintios 5: 19). A continuación veremos tres consejos que nos da la Biblia para reconciliarnos con los demás.
Perdonar sin reservas
¿Qué dice la Biblia? "Continúen soportándose unos a otros y perdonándose liberalmente unos a otros si alguno tiene causa de queja contra otro. Como Jesús los perdonó liberalmente a ustedes, así también háganlo ustedes." (Colosenses 3:13.)
¿Cuál es la dificultad? Quizás usted tenga una verdadera "causa de queja" y crea que la relación con el ofensor merece terminar. O tal vez piense que este debe pedirle perdón primero. Pero ¿y si dicha persona no sabe que lo ha ofendido o considera que usted es quien lo ha lastimado? En ese caso, el problema quedará sin resolver.
¿Qué hacer? Siga el consejo bíblico de perdonar sin reservas, en especial si la falta no fue grave. A fin de cuentas, si Dios llevara un re gistro de nuestros errores, ¿quién podría dar la cara ante él? (Salmo 130:3.) La Biblia dice que "Jesús es misericordioso y benévolo, tardo para la cólera y abundante en bondad amorosa. Pues él mismo conoce bien la formación de nosotros, y se acuerda de que somos polvo" (Salmo 103:8, 14).
Fíjese también en este proverbio bíblico: "La perspicacia del hombre ciertamente retarda su cólera, y es hermosura de su parte pasar por alto la transgresión" (Proverbios 19:11). La persona perspicaz ve más allá de las apariencias, es capaz de discernir la razón por la que alguien dice o hace algo poco amable. Pregúntese: "¿Por qué me trataría así? ¿Estaría bajo presión, o quizá tenía cansancio o algún malestar?". Identificar los verdaderos sentimientos y motivos, así como las circunstancias del ofensor, podría templar su indignación y ayudarle a pasar por alto las faltas.
Hablar con el ofensor
¿Qué dice la Biblia? "Si tu hermano comete un pecado, ve y pon al descubierto su falta entre tú y él a solas. Si te escucha, has ganado a tu hermano." (Mateo 18:15.)
¿Cuál es la dificultad? Las emociones negativas —como el temor, la ira y la vergüenza— pudieran impedirle que aborde al implicado para resolver la situación. Además, es posible que usted se sienta tentado a buscar apoyo contando a otros lo sucedido, lo cual probablemente avivará y agrandará el problema.
¿Qué hacer? Si la ofensa es grave y usted cree que es imposible pasarla por alto, hable con el implicado. Al tratar el asunto, procure hacerlo de la siguiente manera:
1) Lo más pronto posible. No deje las cosas para después. De otra forma, el problema podría agravarse. Ponga en práctica el siguiente consejo de Jesús: "Si estás llevando tu dádiva al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu dádiva allí enfrente del altar, y vete; primero haz las paces con tu hermano, y luego, cuando hayas vuelto, ofrece tu dádiva" (Mateo 5: 23, 24).
2) En privado. Resista la tentación de contar a los demás lo que ocurrió. Proverbios 25:9 aconseja: "Defiende tu propia causa con tu semejante, y no reveles el habla confidencial de otro".
3) Calmadamente. Reprima la tendencia a analizar quién tiene la razón. Su objetivo es hacer las paces, no ganar la pelea. En vez de usar la palabra tú, procure hablar en primera persona. Por ejemplo, decir: "Me siento mal porque..." puede dar mejores resultados que decir: "¡Tú me hiciste sentir mal!". La Biblia declara: "Sigamos tras las cosas que contribuyen a la paz y las cosas que sirven para edificación mutua" (Romanos 14:19).
Ejerza gran paciencia
¿Qué dice la Biblia? "No devuelvan mal por mal a nadie. [...] `Si tu enemigo tiene hambre, aliméntalo; si tiene sed, dale algo de beber'." ( Romanos 12:17, 20.)
¿Cuál es la dificultad? Si en el primer intento no consigue hacer las paces, probablemente usted se desanime y quiera tirar la toalla.
¿Qué hacer? Sea paciente. El temperamento y el nivel de madurez varían en cada caso. A algunos quizá les toma tiempo calmarse, y otros todavía están aprendiendo a desplegar cualidades cristianas. Siga mostrando amor y bondad.
recuerde que la vida no es tan complicada depende según cuales sean sus objetivos o prioridades y suele ser el propio hombre quien sufre la tendencia a complicarse aúnque despues acabe lamentandolo
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