viernes 25
S. Sarbelio
Makhluf, mi.
Cristina; Cunegunda;
Sisenando; Bta.
Ma del Pilar de S.
Francisco de Borja
XVI del T.O.
4a del salterio
Éx 20,1-17 /Sal 18/
Mt 13,18-23
MATEO 13,18-23
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno».
Un saco, diez sacos, cien sacos
Jesús explica a sus apóstoles esta parábola. Es extraño, porque las parábolas se comentan por sí solas. No quiero comentar los primeros casos, que se pueden entender mejor, sino el último. En efecto, la semilla es buena y es la misma la que se siembra, pero el fruto depende de muchas cosas. Depende de la calidad de la tierra. Todos conocemos cristianos generosos y cristianos reservados, cristianos ilusionados y otros retraídos, cristianos emprendedores y otros que van a remolque. Depende también de las lluvias. La sequía se puede manifestar en largos períodos de una oración débil y debilitada, en problemas que secan la fuente de la ilusión y del optimismo. La sequía se puede manifestar en largos períodos de rutinas y de cansancios añadidos. Depende también la cosecha de la mano del labrador, de su sabiduría para abonar y escardar a tiempo. Jesús nos advierte que el fruto varía: en unos casos producirá ciento, en otros sesenta, en otros treinta por uno. No podemos despreciar al que produce menos, porque nadie es dueño de su futuro y nadie tiene las mismas fuerzas para afrontar la vida. Lo importante es que demos fruto. Lo importante es que ese fruto lo pongamos para el bien y el servicio de la comunidad. El que tenga oídos, que oiga.
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