S.Lorenzo de
Brindis,m.l
Arbogastro; Daniel;
Víctor de Marsella;
Práxedes
XVI del TO.
4° del salterio
Éx 14,21-15,1 /
Sal Éx 15,8-17 / Mt
12,46-50
mateo 12,46-50
En aquel tiempo, estaba Jesús hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablar con él. Uno se lo avisó: «Oye, tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo». Pero él contestó al que le avisaba: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y, señalando con la mano a los discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ese es mi hermano, y mi hermana, y mi madre».
Las relaciones de parentesco
Jesús se marcha de su casa para predicar la Buena Noticia de la salvación, para anunciar el reino de los cielos. Pero eso no quiere decir que abandone a su familia y, menos aún, que la desprecie. Lo que Jesús nos deja claro es que las relaciones de parentesco no son las más fuertes, ni tienen que ser las más determinantes para una persona. Por encima de la familia estará siempre la vocación a la que Dios nos llama, los caminos que desea que recorramos en la realización del proyecto de nuestra vida. Habrá un momento en que tengamos que dejar padre, madre, vínculos familiares, porque Dios nos llama a emprender nuevos caminos.
Señor, haz que tenga mis oídos abiertos para escuchar tu voz, para saber bien lo que quieres de mí, lo que me propones, lo que deseas como proyecto principal de mi existencia. Si he de dejar mi familia, la dejaré. Porque habrá una familia nueva que me acoja y me proteja siempre.
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